Ikal soñaba, se dedicaba a no pensar y atraía sueños inexplorados, y
él, en esos sueños, se iba en los mares de pétalos azules, donde el rey sol
gobernaba hace tiempo. Estuvo un buen rato sin ver su sombra y montado en el
aura brillante, se asomaba a otros mundos.
Un día se vio luchando sobre una alfombra roja que latía como un corazón, pisando fuerte, huyó descalzo, iluminado, sonriente y feliz.
Con una calma fantástica, flotó por el universo, lloró de vez en cuando, sabiendo en sus ojos, que la eternidad lo había llamado.
Un día se vio luchando sobre una alfombra roja que latía como un corazón, pisando fuerte, huyó descalzo, iluminado, sonriente y feliz.
Con una calma fantástica, flotó por el universo, lloró de vez en cuando, sabiendo en sus ojos, que la eternidad lo había llamado.
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