Don Emiliano decía: “no se es sabio sin conseguir la humildad”.

Esa humildad Don Emiliano la conseguía todo el tiempo, él las veía junto a los ríos, bajo los cerezos en flor, y en las cumbres nevadas,
él tenia un poder especial, bajo sus barbas se dejaba ver un poder divino, capaz de descubrir el magnifico tesoro, y de ahí sabio se convirtió.

Don Emiliano y su carreta, pasaban todas las tardes, buscando sueños perdidos, los recogía, mareados, sin saber a donde ir, frágiles como una hoja.
Con sus enormes manos levantaba a esos pequeños olvidados, a esos pequeños juegos, que se habían hecho vagabundos de estas tierras, los llevaba todos juntos a un mismo lugar y esos pequeños sin hogar, crecieron y se hicieron luz,  y ese lugar creció tanto, pero tanto, que el sabio, al ser sabio siguió buscando y buscando sueños perdidos para que algún día sean luz, y así ver nuevos mundos nacer.



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