Estos peregrinos que encienden la mecha de la locura, éstos, que viajan por este mundo sin rumbo. Estos, que nos miran compasivamente.
Estos, que con voz cálida, van cantando sus mundos posibles, arropados sin más, que con fuegos, con vientos y mares. Ellos entregan, sus alas, para que sientan la libertad, sus fuegos, para ver los sueños nuevos, los mares para lavar viejas penas.
Pero lo que realmente quieren, estos camineros, es regalar sus vientos para ver volar más peregrinos.


















