HOMBRES Y ENGRANAJES


El reino del hombre no es el estrecho y angustioso territorio de su propio yo, ni el abstracto dominio de la colectividad, sino esa tierra intermedia en que suelen acontecer el amor, la amistad, la comprensión, la piedad. Sólo el reconocimiento de este principio nos permitirá fundar comunidades auténticas, no máquinas sociales. 

Ernesto Sabato.

UNA BOCANADA SALVAJE


  Permite el hombre, escuchar el latido de lo desconocido, y mirar por la ventana de los vientos, esos que interrumpen sin aliento, devorando la oscuridad. Una bocanada salvaje de acción, un golpe certero y eficaz. 
Ahí, la simpleza de vivir, simple, como la hoja en otoño, simple, como éstas tierras, caminando con el instinto de buscar. De la búsqueda incesante de un mundo cada vez mas grande y mas luminoso.

Cuando los mundos sean mas mundos. Cabrán estos pequeños mundos.

MIRANDO LOS PEQUEÑOS MUNDOS


Rogelio Valdés, Comentaba al pasar en una mañana de sol, que un hombre podía esconder pequeños mundos. Que aquellos quedaban para siempre en el alma. Mientras su vista acariciaba el atardecer, contaba que, en los tiempos de soledad, la alegría aparecía como un abrazo bien dado o una sonrisa al pasar, y en los tiempos de guerrillas, el corazón era la vida, y en esas tardes se moría por amor”.
Rogelio, comentaba muchas cosas, que todavía hoy, me hacen soñar.


Los Olvidados


Los pequeños contienen voces, un enorme tesoro que nadie quiere encontrar, con nostalgia y miradas perdidas, van caminando sobre nubes silenciosas. Son los perseguidos, por ser pequeños y explosivos. Sobre desiertos invisibles, construyen un mundo mágico y original.
Hace ya mucho tiempo, se ha escuchado que aquellos hombres, que nadie miraba, cruzaron mundos, selvas y montes. Siguiendo a las voces que regalaban mas caminos, por el solo hecho de seguir caminando.

EL ABRAZO


Cuando los ojos se miran, existe un silencio tan cálido que nada molesta. Las hijas del sol, lo llaman, espacio donde se comparte un abrazo invisible.

PIEZAS DE UN MUNDO INEXPLORADO



Cuantas más palabras descubro, más son los caminos que me llevan a lo inexplorado. Y a veces suelen aparecerme muchos inexplicables imposibles, esos pequeños sin forma, que me invitan a jugar, a correr, a volar, a juntar los improbables del cielo, piezas ilusorias que guardo dentro de mí.
Soy el afortunado de haber nacido donde esos quiméricos mundos para mi son reales.




Don Emiliano decía: “no se es sabio sin conseguir la humildad”.

Esa humildad Don Emiliano la conseguía todo el tiempo, él las veía junto a los ríos, bajo los cerezos en flor, y en las cumbres nevadas,
él tenia un poder especial, bajo sus barbas se dejaba ver un poder divino, capaz de descubrir el magnifico tesoro, y de ahí sabio se convirtió.

Don Emiliano y su carreta, pasaban todas las tardes, buscando sueños perdidos, los recogía, mareados, sin saber a donde ir, frágiles como una hoja.
Con sus enormes manos levantaba a esos pequeños olvidados, a esos pequeños juegos, que se habían hecho vagabundos de estas tierras, los llevaba todos juntos a un mismo lugar y esos pequeños sin hogar, crecieron y se hicieron luz,  y ese lugar creció tanto, pero tanto, que el sabio, al ser sabio siguió buscando y buscando sueños perdidos para que algún día sean luz, y así ver nuevos mundos nacer.