Miré
la lluvia, como aquel que sin querer perdió una pena, y me quedé en ese hombre,
que se encontró con su muerte, sabiendo que no quedaba más. Juntando sus
tristezas y sus lunas, se fue caminando a su atardecer, suspirando en el aire
un amor, un sabor, sabiendo que, de ahí en más, lo esperaba un ardiente, llameante y vivo, Infinito.

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