Recuerdo el oasis de aquellos cuentos,
Cierro mis ojos y espero que vengan a mí, como un rayo en la oscuridad,
En esas historias fantásticas e
infantiles, morían mis sinsentidos acurrucados en su absurda ignorancia. Y nacía
un minuto mágico, (para mi, la eternidad), donde la noche era noche, la piel,
un fuego imposible de apagar y unos abrazos que querían abrazar.
Buscando sin buscar, en esos sueños, me
dejo llevar, caminando bajo una marcha serena,
nómade, esperando que un viento rebelde me emborrache hasta desnudar el alma.




