UNA HUELLA EN EL CAMINO

En un pequeño pueblo pesquero de la costa mexicana, donde los cantos y la memoria resonaban en borracheras y en atardeceres de guitarras e historias, conocí a un hombre de largo sombrero y flaqueza absoluta, que barría los caminos que no servían más que para que largos tacones no se olvidaran de su bienestar, nada conocía de ese mundo vil y peligroso, nada conocía de lujos y menos de copetines y platos sofisticados.
En sus ojos cristalinos, mostraba un mundo mágico; yo vi el misterio, como quien mira el cielo sin luna con mil estrellas resplandeciendo en el horizonte, dejando un perfume que quedará por siempre; sin tiempo ni gloria, con el aroma de la selva y la sabiduría de la tradición que a cada paso que avanza deja una huella infinita en el corazón del que lo recibe. 

UN PASEO POR EL RIO

—El dinero está armado—dijo el hombre junto a mí, con un ojo en sus remos y otro en la eternidad, como una flecha viajando por el infierno
del atardece.
— cuentan con un escuadrón preparado para matar, que enloquece al que no quiera comprar —decía, bajo su barba manchada de tabaco y ron.
 —Un escuadrón de dios, así lo llaman, guardianes del tesoro, profetas rufianes y mentirosos, que enfrentan al que resiste, que apuestan en un juego lujurioso, donde la suerte del timado es la que paga—.
—  no habrá costo ni paga para el hombre libre— susurraba cantando.
           
  .... Y  continué mi viaje, dentro del mundo y en silencio, navegando en un rio brillante e infinito.