La mente te empuja hacia un laberinto, con mil
murales y mil paredes, esclavizando tus ideas, desnudándote en la soledad, donde
la acción se desvanece y quedas dando vueltas en el mismo circulo, perdido en
los cielos deformes y cuerdos. Rutinas y más rutinas, causan un estupor
momentáneo, sin ver como la hoja se cae
de las alturas y se esconde en lo más profundo de la tierra.
Caes en
una noche romántica y en las que te despides del mundo y tu demonio se apodera
de tu ser, las cadenas se mueven como lo haces tú, dándote espacio antes de probar
el sabroso manjar, cubriéndote de polvo, se estira y se afloja, a su propio
placer.
Pero el universo garantiza energía, de poder
explotar en el aire y disolverse en un cantar. Las lágrimas acechan en un
mundo que no es real y se esfuman con el viento, en esas noches que te palpita el corazón por encontrar un segundo libre, desarmado y desnudo.
